viernes, 27 de enero de 2012

El engaño mortal de una chinche 'reduvius'

La escena sucede en una sabana tropical, surcada aquí y allá de masas de cañas de bambú, que sube por los flancos de un volcán en la isla de Java. Por la mitad de lo alto de un bambú trepa una hormiga; acaba de descubrir una chinche, soberbia presa de ella, aunque no duda que se trata de un individuo de la terrible familia de los reduvios. La hormiga va recorriendo prudentemente la corta distancia que la separa del hormiguero y deja que la parte posterior de su abdomen se arrastre por donde pasa, mientras su punta va trazando una línea como lo haría una estilográfica, pero se trata de una línea olorosa e invisible. Este olor alerta a las compañeras del hormiguerao, y poco después diez hormigas siguen ya la pista que conduce a la chinche. Considerando la superioridad de las fuerzas asaltantes, y la trampa que va a constituir el bambú en su extremo superior, las posibilidades de la chinche parecen ir muy mal. Además ya se ha dado cuenta del peligro que se le acerca a lo largo del tronco y recurre, sin tardar, a un engaño mortal. Una de sus glándulas abdominales segrega rápidamente un líquido dulzón y sabroso del cual hace caer bastantes gotas por toda la caña, y se bate en retirada hacia la cima.

Apenas las hormigas han alcanzado las gotas azucaradas, se ponen a lamerlas ávidamente y olvidan el verdadero fin de su ataque; succionan hasta la embriaguez y caen al suelo medio paralizadas. En el festín que les parecía tan exquisito, había mezclado un veneno de rápido efecto.

Durante ese tiempo, la chinche espera con toda tranquilidad a que el último de sus enemigos se haya precipitado al suelo. Al fin desciende y vacía, succionando uno tras otro, los cuerpos que yacen sin defensa al pie del bambú. Naturalmente se ve obligada a tragarse su propio veneno, pero ella está inmunizada contra sus efectos.

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